En principio la cocina romana era bastante austera y casi dos terceras partes de los ciudadanos romanos vivían al límite de la hambruna. La alimentación de las clases pobres estaba reducida a papillas de mijo, cebada o guisantes, potajes de acelgas, ortigas y castañas, algún trozo de pescado salado y fruta de mala calidad. Existían otras frutas importadas de Oriente como manzanas, albaricoques, melones, higos y dátiles destinadas a otras mesas más pudientes.

Pero es con Marco Gavio Apicio (Caius Apicius), nacido hacia el 25 a.C., autor del libro de recetas De re coquinaria libri decem (Los diez libros de cocina), cuando cambia radicalmente la cocina romana y sus libros se convierten en una obligada referencia gastronómica durante varios siglos.

El siguiente punto de referencia de la gastronomía romana es Petronio, el llamado árbitro de la elegancia en tiempos de Nerón, nacido entre los años 14 y 27 d. C.
Poeta y político, escribió el Satiricón que es la plasmación de la vida romana en aquel tiempo de un personaje llamado Trimalción. Relata en su libro los menús que se servían en las grandes cenas romanas.